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¿Qué es una casa pasiva?

No hay que confundir ni reducir el concepto de casa pasiva a casas construidas con ciertos materiales o sistemas (por ejemplo, de madera) o a casas con ciertas certificaciones (por ejemplo, certificación passivhaus).

El principio de una casa pasiva es la reducción de la demanda energética mediante sistemas pasivos, aquellos que no necesitan energía para funcionar y que relacionan las características climáticas con las propiedades de los materiales y sistemas de diseño y construcción.

Ejemplos de sistemas pasivos son una buena orientación de las estancias y sus aberturas, un buen aislamiento y la ausencia de puentes térmicos, la inercia térmica y la ventilación natural.


Una buena orientación: Captación / protección de la radiación solar

La relación con la radiación solar varía en función del clima y de la época del año en la que nos encontremos. En nuestro clima, la radiación solar es mucho mayor y vertical en verano, mientras en invierno resulta horizontal y escasa.

Nuestra voluntad es la de captar al máximo durante el invierno para calentar el interior, mientras que en verano queremos protegernos del sol. Para ello juega un papel importante la orientación: la más beneficiosa para la captación en invierno es la fachada Sur, seguida de las fachadas Este y Oeste. Por el contrario, la orientación a Norte suele caracterizarse por una mínima o inexistente radiación solar y suele estar en sombra a lo largo del todo el día.

A nivel de captación y protección de la radiación tenemos infinitas opciones, desde el tipo de cerramiento, la cantidad de vidrio y su composición o transparencia, hasta incluir un sinfín de opciones de protección solar: pérgolas, persianas regulables que dejan pasar luz y ventilación, aleros o vegetación de hoja caduca, que al perder las hojas en invierno permitirá el paso de radiación mientras que en verano nos protege, entre muchos otros.


Un buen aislamiento

El concepto de aislamiento consiste en separar climáticamente dos ambientes para que sus temperaturas no se influencien mutuamente. El aislamiento nos permite no perder el calor o frío que hemos conseguido gracias a la correcta captación o protección de nuestras aberturas.

En una casa pasiva, hablamos de aumentar el aislamiento respecto a la construcción convencional a la que estamos acostumbrados donde la deficiencia del aislamiento la suplen sistemas activos de calefacción y refrigeración.

Respecto a las aberturas, se trata de los puntos de la fachada en los que disponemos de menor aislamiento, por lo que será el primer punto por el que se pierda el calor: deberemos invertir en buenas carpinterías y buenos acristalamientos


La ausencia de puentes térmicos

Otro aspecto a tener en cuenta y que está estrechamente relacionado con el concepto de aislamiento, es el asegurar la ausencia de puentes térmicos en toda la envolvente de la casa.

Un puente térmico es una interrupción del material aislante debido a la incorrecta resolución de un detalle constructivo, y genera una transmisión directa de calor o frío entre el interior y el exterior.

A esta problemática se le suma la posible generación de humedades en estos puntos, puesto que el encuentro de una superficie fría en un ambiente cálido propicia condensaciones, lo cual resulta dañino incluso para la salud.


La inercia térmica

La inercia térmica es la propiedad de acumulación del calor de los materiales, a mayor masa, mayor acumulación. Cuando un material tiene inercia térmica, irá captando y acumulando calor progresivamente para liberarlo igual de lentamente en el momento en que la temperatura ambiente disminuya.

Esta inercia consigue un desajuste entre la temperatura del material y la temperatura exterior a lo largo del tiempo, que permite en invierno por ejemplo almacenar calor durante el día que se liberará a lo largo de la noche cuando haga más frío en el exterior.

En verano, si protegemos los muros y estos no acumulan calor, la inercia de nuestra vivienda nos permite no sobrecalentarnos con la radiación solar del día y aprovechar el frescor acumulado durante la noche.

Materiales habituales con alta inercia son el hormigón, la piedra y el ladrillo cerámico o de tierra compactada, o el propio terreno.


La ventilación natural

La ventilación natural tiene dos funciones básicas, una climática y otra a nivel de salud. Climáticamente, la ventilación se utiliza para disipar el calor excesivo que se genera en el interior de la vivienda en verano.

A nivel de salud, permite la renovación del aire, eliminando impurezas del ambiente interior y regulando la humedad, solucionando así buena parte de los problemas de insalubridad que pudieran aparecer.

Para potenciar la ventilación, aparece el concepto de ventilación cruzada, que consiste en colocar aberturas en fachadas opuestas para generar corrientes naturales de aire (por el gradiente de temperaturas), idealmente en fachadas norte-sur. También se pueden generar patios interiores que nos permitan ventilar las distintas estancias mediante ventilación cruzada.


Sistemas activos

Hay que tener en cuenta que siguiendo los criterios de confort actuales, siempre necesitaremos generar agua caliente sanitaria (ACS) para baños y cocina, así como puede ser necesaria cierta climatización (calefacción o refrigeración) en según qué zonas climáticas. Paralelamente, necesitaremos electricidad para iluminación y funcionamiento de electrodomésticos y aparatos electrónicos.

Estas demandas las deberemos cubrir con los que se denominan sistemas activos, que sí consumen energía, que por supuesto puede ser mediante fuentes renovables. Si es así, tendremos una casa pasiva y de consumo nulo.











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